VISTO DESDE MI OPTICA

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miércoles, 3 de febrero de 2010

14 - CARTA DEL PADRE DE J.C. TORIBIO

¡Víctima de la carretera!Juan Carlos Toribio Ramos, te lo decía, te lo estaba diciendo, mil veces te lo dije ¡tú serás otra víctima de la carretera!, ¡te crucificarán! Tu respuesta: Es un problema social, es un problema de todos; «solo una persona, joven o mayor, por mi intervención salvada, habrá compensado todo mi esfuerzo y sacrificio».ÁNGEL TORIBIO ARRIBAS (*) Juan Carlos, los poderes públicos son eso, poderes; jamás reconocerán sus errores que son muchos; aquel que se atreva a ponérselos al descubierto del ciudadano, o poner la cara colorada a estos intocables por no corregirlos, recibirá con toda contundencia las iras de su enfado; el artificio destructivo de su poderío. Si eres un guardia civil, el éxito lo tienen asegurado, todos los triunfos de la baraja, «Expediente Disciplinario».Una y otra vez fuiste perseguido por empeñarte en destapar errores viales y diseñar estrategias para evitar víctimas de tráfico. Esos perseguidores, esos que quieren callar tu voz, esos que te expedientan, todos esos, son aquellos que jamás sintieron correr por sus venas el frío sentimiento de impotencia, rabia y dolor; esos temblores de mala fiebre recorriendo el cuerpo mientras, sobre el asfalto negro teñido de rojo se custodia un muerto vial que espera la llegada de su funeraria. Esos, mientras tú allí a veces lloraste, ellos en un despacho caliente, se fumaban un puro u otra cosa; recordemos al Excelentísimo Señor D. Luis Roldán Ibáñez.Esos nunca presenciaron el zarpazo de la carretera: Aquel niño que por el arrastre tiene su cuerpo destrozado, el rostro cubierto de polvo y yace tendido en la cuneta; el abrazo fuerte del adolescente que ante la tragedia se ve solo para siempre y en el guardia busca un consuelo; la mirada perdida de la niña que esta viendo a su madre rota con la medalla colgando en su cuello y no quiere alejarse del lugar sin llevarse aquella medalla; unos padres enfrentados al drama de levantar la manta térmica para reconocer un rostros desfigurado; el desaparecido padre, si allí tendido, se le puede considerar ya desaparecido, que en el cuaderno escolar, a su pequeño, llamaba «Mocoseco» a la hora de iniciarle en sus primeras letras. Esta es la tragedia, esta es la verdad de nuestra carretera; esta es la herida del corazón que a nosotros no nos cicatrizará jamás y que a esos trajeados intocables nunca se le abrió. Ni lo vieron, ni lo sintieron y ni les importa -costará creerlo pero es pura realidad-.Son esos que apareciendo en los noticiarios televisivos ahora nos dicen «hemos conseguido el año de menos víctimas mortales en las carreteras», y hacen comparativas con el año 1964. Señores, en el año 1964 y siguientes, por ese rodillo disciplinar, nadie se atrevía a alzar su voz; las estadísticas de accidentes, los informes técnicos, las relaciones de puntos negros, las no denuncias por carreteras en mal estado y todos los informes por destacadísimos peligros viales, se quedaban añejos y callando en el cajón de aquí o de allí sin que nadie se enterara y, los encargados de corregir el despropósito tampoco. Nadie alzaba su voz ¡atrévete! ¿Volvemos a aquellos principios?, ¿seguimos anclados en ellos?, ¿procede volver a entregar el informe a ese que lo esconde en el cajón?, ¿qué hacer? ¡Ah!, pero entonces señores, aquellos poderes, según ellos, para evitar una mala imagen turística, prohibieron las cruces y flores en esos lugares siniestros. -Canallada de entonces similar a la tuya ahora, Juan Carlos-. Aquella mordaza, aquel mal hacer, era la causa de la siniestralidad de 1964.Este logro ha sido, señores, gracias al empeño de muchas personas doloridas; de asociaciones implicadas en el asunto; de muchos directores de escuelas de conductores; participación de Universidades, concienciación de jóvenes escolares mediante charlas en sus aulas; de foros de trabajo para aunar criterios preventivos y, en todo ello, estabas tú, el guardia que nunca se conformó con anotar en su orden de servicio el «Sin novedad», tranquilo a cobrar a final de mes y, para gastar el tiempo libre, el bar de la esquina.Has pecado; movido por el impulso de salvar vidas te atreviste a destacar ocultas irregularidades peligrosas en las carreteras; vallas de protección auténticos cuchillos esperando su oportunidad; postes de apoyo de estas vallas dispuestos a partir en dos a un motorista que su moto patinó; socavones especializados en hacer saltar por los aires al vehículo que se lo encuentre y su conductor al parapléjico; gravillas deslizantes en el centro de la curva; señales viales ocultas por el follaje y otra serie de trampas mortales que, sin prisas, esperaban al conductor sin suerte. Ese y no otro es tu pecado, ese es el origen de tu expediente; la penitencia, tener que mandar a tu familia al comedor de «Cáritas» seis meses y un día, y el embargo de tu vivienda si no pagas la letra. «Una víctima por ti salvada habrán compensado todo tu sacrificio»; cumple la penitencia pero no te arrepientas. Yo, treinta años militando en unidades de vigilancia y seguridad del tráfico, nunca sufrí una acusación de tal gravedad; mi actuación, con dolor e impotencia, se limitaba a aguantar ese mal trago, notificar la muerte a las familias de los fallecidos y, la irregularidad vial al superior jerárquico que la encaminaba al cajón del olvido. Como yo entonces, ahora la mayoría, ¿alguien dedicado a la seguridad de tráfico se ha oído alzado su voz?, ¿se nota alguna implicación más allá del «Sin novedad»? ¿La inquietud de este guardia no debería ser la de todos y halagada?, ¿lo hacía bien yo, no complicándome la vida?, ¿lo hacen bien los que ahora pudieran hacer lo que entonces yo hacía? Ahí están los resultados conseguidos por los que sí se han implicado, menos muertos en las carreteras y expediente disciplinario. -Usted juzgue lector-. ¿Habrá que volver a llevar el informe del mal estado de las carreteras al cajón del olvido?; ¿será lo más eficaz para borrar la tragedia el bar de la esquina?Había más entonces, cuando la mordaza; en esos tiempos (1964 y algunos más) que, machacando al guardia parece quieren volver y, posiblemente también ahora. Si te lo permiten, visita las estadísticas y verás; las causas de la accidentalidad casi todas eran estas: velocidad inadecuada, distracción del conductor, dormirse o no ser dueño en todo momento del movimiento del vehículo; ninguna causa que implique a la Administración. De cuando en cuando y, si el accidentado era el coche del poderoso o un notable, para éste, estaba el recurso de la mancha de aceite en la carretera y a callar.Juan Carlos, ya me has conocido, sabes que soy tu padre, Ángel Toribio Arribas, «ánimo», si tiene que ser así, cumple tu penitencia pero, por el pecado de dedicar todo tu tiempo, el de trabajo y libre a salvar vidas; a evitar ese drama que indeleble llevamos, tú y yo, gravado en la cabeza, nunca te arrepientas. La mala conciencia que les quede a los expedientadores si es que saben que la conciencia existe. Estos nunca sabrán ni les importa de dónde procede esa impotente lágrima que, ante esos dramas, intentas detener y no puedes. Nos alcanzó la crisis.Sé que para ti es doloroso, pero haz un esfuerzo y por tu familia, por ese inquieto niño tuyo, reflejo de aquel que te hizo llorar al taparlo sobre el asfalto porque ya no se podía mover; porque a Jesucristo lo clavaron por denunciar la injusticia y a ti te van a clavar también; vuelve al viejo estilo del «Sin novedad». De impotencia, tendrás que ocultarte alguna vez para limpiar las lágrimas, pero es lo que tenemos en este país. Vuelve a ese 1964 que sirve al señor ministro para comparar la estadística de los muertos en carretera. «Es un problema social, es un problema de todos; por tanto, cada muerte en la carretera será el drama de una familia y un fracaso de toda esta sociedad».(*) Padre del guardia civil expedientado

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